Unos ratones muy particulares con ventanas en el cráneo han permitido observar 'en directo' la evolución de la enfermedad de Alzheimer. Se les practicó una abertura en la cabeza que dejaba sus cerebros al descubierto. A continuación, la porción de hueso que se les había quitado fue reemplazada por un cristal transparente.
Los científicos pudieron 'asomarse' de forma continua a las transformaciones que tenían lugar en estos roedores que habían sido previamente modificados genéticamente para que desarrollasen los síntomas propios de la patología neurodegenerativa. Para ello emplearon un sistema denominado microscopía con focal multifotón, que permite ver con bastante profundidad el tejido vivo sin dañarlo.
Este experimento deparó resultados sorprendentes: las lesiones propias de la enfermedad de Alzheimer no se forman, al menos en ratones, durante largos periodos de tiempo. Un lapso de 24 horas fue suficiente para observar cambios significativos en el cerebro.
Los síntomas más característicos de esta patología son la pérdida de memoria y las alteraciones del comportamiento en las fases más tempranas. En las etapas avanzadas se produce un deterioro cognitivo grave y demencia.
El diagnóstico en humanos se basa en criterios clínicos, así como en las observaciones del deterioro neuronal que proporcionan las técnicas de neuroimagen. Pero la constatación definitiva sólo puede obtenerse con una autopsia. Por eso, aunque los descubrimientos en ratones no son directamente extrapolables, ofrecen importantes 'pistas' sobre cómo se produce la patología.
En los estudios post mórtem de cerebros de personas a las que se les había diagnosticado esta dolencia se han observado dos rasgos distintivos fundamentales: la presencia de depósitos o placas de una proteína denominada beta-amiloide y la existencia de los conocidos como ovillos neurofibrilares.
Tradicionalmente se pensaba que las placas de beta-amiloide se formaban de manera paulatina a lo largo de un amplio periodo de tiempo. Sin embargo, la nueva investigación con ratones muestra que estos depósitos se pueden generar de un día para otro. Además, a los pocos días ya se pueden observar cambios relevantes en el tejido más cercano a esas acumulaciones.
Esta rapidez en la evolución de las lesiones aporta nuevas evidencias sobre una cuestión que últimamente ha sido objeto de un intenso debate. ¿Las placas de proteína beta-amiloide son la causa o un mero síntoma de la enfermedad? Según los resultados del estudio dirigido por Bradley Hyman, de la Unidad de Alzheimer del Hospital General de Massachusetts (EEUU), y publicado recientemente en la revista 'Nature', si los depósitos de proteína se forman antes de que ocurran otros cambios neurológicos cruciales en el desarrollo de la patología, es fácil deducir que en realidad tienen un papel causal decisivo.
En un comentario que acompaña al estudio, Eliezer Masliah, de la Universidad de California (EEUU), señala que estos hallazgos deberán ser validados a través de otros modelos animales de la enfermedad. En todo caso, subraya el principal logro alcanzado: "Con el uso de una técnica innovadora para estudiar las lesiones, los autores han abierto una nueva avenida en la neuropatología que puede extenderse a la investigación del desarrollo de otras lesiones (como los ovillos neurofibrilares)". Asimismo, también podrá utilizarse para evaluar la "actividad sináptica [conexiones entre las neuronas] y la respuesta al tratamiento en tejidos vivos".
"Las placas de amiloide se forman en cuestión de horas y son tóxicas de inmediato, al menos en ratones transgénicos", según explica José Manuel Martínez Lage, profesor honorario de Neurología de la Universidad de Navarra. "Estos datos, si ocurren también en la enfermedad de Alzheimer humana, tienen importantes consecuencias a la hora de encontrar tratamientos curativos de esta enfermedad", añade. Concretamente, será preciso hallar "compuestos que bloqueen la formación de las placas en fases tempranísimas".
Los científicos pudieron 'asomarse' de forma continua a las transformaciones que tenían lugar en estos roedores que habían sido previamente modificados genéticamente para que desarrollasen los síntomas propios de la patología neurodegenerativa. Para ello emplearon un sistema denominado microscopía con focal multifotón, que permite ver con bastante profundidad el tejido vivo sin dañarlo.
Este experimento deparó resultados sorprendentes: las lesiones propias de la enfermedad de Alzheimer no se forman, al menos en ratones, durante largos periodos de tiempo. Un lapso de 24 horas fue suficiente para observar cambios significativos en el cerebro.
Los síntomas más característicos de esta patología son la pérdida de memoria y las alteraciones del comportamiento en las fases más tempranas. En las etapas avanzadas se produce un deterioro cognitivo grave y demencia.
El diagnóstico en humanos se basa en criterios clínicos, así como en las observaciones del deterioro neuronal que proporcionan las técnicas de neuroimagen. Pero la constatación definitiva sólo puede obtenerse con una autopsia. Por eso, aunque los descubrimientos en ratones no son directamente extrapolables, ofrecen importantes 'pistas' sobre cómo se produce la patología.
En los estudios post mórtem de cerebros de personas a las que se les había diagnosticado esta dolencia se han observado dos rasgos distintivos fundamentales: la presencia de depósitos o placas de una proteína denominada beta-amiloide y la existencia de los conocidos como ovillos neurofibrilares.
Tradicionalmente se pensaba que las placas de beta-amiloide se formaban de manera paulatina a lo largo de un amplio periodo de tiempo. Sin embargo, la nueva investigación con ratones muestra que estos depósitos se pueden generar de un día para otro. Además, a los pocos días ya se pueden observar cambios relevantes en el tejido más cercano a esas acumulaciones.
Esta rapidez en la evolución de las lesiones aporta nuevas evidencias sobre una cuestión que últimamente ha sido objeto de un intenso debate. ¿Las placas de proteína beta-amiloide son la causa o un mero síntoma de la enfermedad? Según los resultados del estudio dirigido por Bradley Hyman, de la Unidad de Alzheimer del Hospital General de Massachusetts (EEUU), y publicado recientemente en la revista 'Nature', si los depósitos de proteína se forman antes de que ocurran otros cambios neurológicos cruciales en el desarrollo de la patología, es fácil deducir que en realidad tienen un papel causal decisivo.
En un comentario que acompaña al estudio, Eliezer Masliah, de la Universidad de California (EEUU), señala que estos hallazgos deberán ser validados a través de otros modelos animales de la enfermedad. En todo caso, subraya el principal logro alcanzado: "Con el uso de una técnica innovadora para estudiar las lesiones, los autores han abierto una nueva avenida en la neuropatología que puede extenderse a la investigación del desarrollo de otras lesiones (como los ovillos neurofibrilares)". Asimismo, también podrá utilizarse para evaluar la "actividad sináptica [conexiones entre las neuronas] y la respuesta al tratamiento en tejidos vivos".
"Las placas de amiloide se forman en cuestión de horas y son tóxicas de inmediato, al menos en ratones transgénicos", según explica José Manuel Martínez Lage, profesor honorario de Neurología de la Universidad de Navarra. "Estos datos, si ocurren también en la enfermedad de Alzheimer humana, tienen importantes consecuencias a la hora de encontrar tratamientos curativos de esta enfermedad", añade. Concretamente, será preciso hallar "compuestos que bloqueen la formación de las placas en fases tempranísimas".